La muerte de al-Baghdadi no frenará la expansión terrorista en África
Abu Bakr al-Baghdadi, líder del Estado Islámico, murió al detnonar un cinturón explosivo cuando lo rodeaban fuerzas estadounidenses. Sin embargo, los seguidores del líder caído se siguen reagrupando y difundiendo su ideología a través de remotas zonas de África.
En la región del Sahel, la banda árida en la periferia sur del desierto del Sahara que se extiende por algunos de los países más pobres y menos gobernados de África, los seguidores del Estado Islámico están lanzando ataques contra las fuerzas gubernamentales. Funcionarios estadounidenses señalan que el Sahel es una de las mayores preocupaciones en su campaña antiterrorista.
“Las amenazas terroristas en el Sahel son muy reales, como lo evidencia el fuerte aumento en el número de ataques en Malí, Níger y Burkina Faso”, dijo Nathan Sales, coordinador contra terrorismo del Departamento de Estado, en respuesta a preguntas enviadas por correo electrónico. “La seguridad de los países de la región está estrechamente vinculada y los terroristas aspiran a crear refugios territoriales seguros para planear sus ataques”.
La amenaza del Estado Islámico persiste incluso si el presidente Donald Trump se jacta de la derrota del “califato” del grupo terrorista, que una vez se extendió por una parte de Siria e Irak. Funcionarios del Pentágono dijeron el miércoles que la organización seguirá siendo una amenaza allí donde las fuerzas locales no logren controlarla.
«No vemos un futuro sin sangre”, dijo a la prensa el general Kenneth McKenzie, jefe del Comando Central de EE.UU.
Sales se reunió con funcionarios senegaleses el miércoles en Dakar, donde reafirmó el “fuerte compromiso de EE.UU.” de apoyar los esfuerzos antiterroristas de esa nación, según el Departamento de Estado. Su agenda incluía conversaciones sobre terrorismo en el Sahel, así como el apoyo antiterrorista de EE.UU. para la región costera de África Occidental, dijo el Departamento de Estado.
Mientras EE.UU. mantenía la presión sobre el Estado Islámico en Siria e Irak, los militantes huían a través del Mediterráneo hacia Libia. Un colapso de la seguridad en el país, una vez gobernado por Moammar Al Gadafi, ha permitido que tanto extremistas como delincuentes comunes trafiquen personas, armas e ideología. Atraviesan una serie de oasis y rutas en la región que alguna vez fueron utilizados por el imperio romano para mover bienes, animales y esclavos para los juegos de gladiadores en Roma.
Libia es el objetivo de cada vez más ataques militares estadounidenses. Un ataque estadounidense que mató a siete presuntos miembros del Estado Islámico el 29 de septiembre fue el cuarto ese mes, según un recuento de víctimas de las declaraciones emitidas por el Comando África del ejército estadounidense.
La muerte de al-Baghdadi, luego de un ataque el sábado por la noche por parte de las fuerzas estadounidenses en el norte de Siria, podría tener poco impacto en la capacidad del Estado Islámico para ampliar su alcance.
Al-Baghdadi es el líder terrorista de más alto rango atacado por las fuerzas estadounidenses desde que el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, fue asesinado en 2011 en una redada en Pakistán durante la administración Obama. Trump dijo el lunes que las tropas estadounidenses luego habían dado de baja al reemplazo “No. 1” de al-Baghdadi, un portavoz del grupo terrorista. El Estado Islámico dijo el jueves que ha nombrado un “nuevo califa”, lo identificó como Abu Ibrahim al Hashimi al Qurashi.
Al igual que bin Laden, quien era percibido como un “símbolo y fuente de inspiración ideológica” antes de que las fuerzas especiales estadounidenses lo mataran en Pakistán, al-Baghdadi tal vez ejerció poca influencia sobre el grupo militante antes de su muerte, según Paul Pillar, exfuncionario de la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU.
“El impacto de la muerte de Baghdadi probablemente disminuye a medida que uno se aleja de Irak y Siria”, dijo Pillar, investigador no residente de la Universidad de Georgetown en Washington. “En el Sahel y en otras partes de África, el rol de ISIS es más una ideología que se inyecta en conflictos que tienen raíces locales, en lugar de una sede central que afirma control y disciplina organizacional”.
Funcionarios de inteligencia occidentales dicen que desde finales de 2017 el Estado Islámico ya ha transferido más responsabilidad a brotes locales que anteriormente se administraban centralmente. Esto ha empoderado a afiliados fuera de Medio Oriente, particularmente en estados debilitados en el norte y centro de África.
Como resultado, la región del Sahel está viviendo niveles de violencia sin precedentes.
Mali se ha visto envuelto en un conflicto desde que una débil alianza de separatistas étnicos tuareg y combatientes islamistas con vínculos con Argelia y Libia se apoderó de grandes extensiones del norte en 2012. Una misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, de 15.000 efectivos, lucha por hacer frente y la población a menudo la trata con hostilidad.
La violencia también se está extendiendo más al sur y al oeste. Estados Unidos está “cada vez más preocupado por la propagación del terrorismo en la costa oeste de África, como se evidencia en el secuestro a principios de este año de turistas franceses en Benín y el asesinato de su guía beninés”, dijo Sales.
Para contrarrestar la amenaza en África, EE.UU. está trabajando con socios locales para mejorar la vigilancia. El programa de asistencia antiterrorista del Departamento de Estado de EE.UU. está capacitando, equipando y asesorando a autoridades extranjeras para disuadir y fragmentar a terroristas. Según el Departamento de Estado, el alcance global del programa ha proporcionado capacitación a más de 150.000 cuerpos de seguridad y socorristas de 154 países.
“También apoyamos programas específicos de vigilancia comunitaria para generar confianza entre las fuerzas de seguridad y las poblaciones que protegen”, dijo Sales. “Esta confianza es vital para frustrar los esfuerzos de terroristas por explotar las tensiones locales para debilitar a las comunidades y radicalizar a las personas”. En última instancia, la muerte de al-Baghdadi tendrá poco impacto en la capacidad del Estado Islámico para expandir su marca global, según James Dorsey, investigador principal de la escuela de estudios internacionales S. Rajaratnam en Singapur. “Es poco probable que tenga consecuencias significativas sobre la capacidad operativa del Estado Islámico” en todo el mundo, dijo.