Las sospechas sobre Moro detonan una interna clave en la Justicia

El escándalo desatado esta semana en Brasil alrededor del ex juez Sérgio Moro dejó expuesta una interna judicial por la Operación Lava Jato que se viene arrastrando desde que Lula da Silva fue encarcelado en abril de 2018. Un grupo de jueces del Supremo Tribunal Federal (STF) busca aprovechar las sospechas de parcialidad de Moro para dar un mensaje contundente sobre su disgusto con la actuación del hoy ministro y de la fuerza de tareas del Lava Jato en Curitiba.
Un ala del STF presiona para que el tribunal tome posición sobre el contenido de los mensajes de chat entre Moro y el fiscal Deltan Dallagnol, filtrados por el sitio The Intercept, de los que surge que el ex juez habría dado orientaciones a Dallagnol para su acusación por corrupción contra Lula. La ley brasileña prohíbe que los magistrados intervengan en el proceso acusatorio y establece que si un juez se compromete con alguna de las partes, debe ser suspendido y apartado del caso.
Apenas aparecieron las filtraciones, el juez supremo Gilmar Mendes anunció que la segunda sala del STF, conformada por él y otros cuatro miembros de la Corte, juzgará el próximo 25 de junio un recurso de hábeas corpus presentado por la defensa de Lula para que se declare la suspensión de Moro en el caso del tríplex de Guarujá por el que fue condenado a prisión. El objetivo de los abogados del ex presidente es lograr la anulación de la condena bajo el argumento de que Moro no fue imparcial.
El hábeas corpus dormía en los cajones de Mendes desde diciembre del año pasado, cuando pidió más tiempo para analizarlo. Según la prensa brasileña, la publicación de The Intercept fue clave para que el juez librara ahora el proceso de análisis.
Mendes suele ser señalado como el más político de los jueces de la Corte, aunque no precisamente cercano al Partido de los Trabajadores: siempre se lo consideró un aliado en las sombras del ex presidente Michel Temer, hoy también preso por corrupción en el marco del Lava Jato. Mendes siempre tuvo, además, sus reservas sobre la actuación de los “cruzados” judiciales de Curitiba, de quienes Moro es el exponente más famoso. Cuando se publicaron los chats, Mendes salió a declarar que las acusaciones contra el ex juez federal y el fiscal Dallagnol constituyen “un hecho muy grave”.

Refuerzo. “Algunos integrantes del STF evalúan en reserva que las conversaciones reveladas refuerzan los argumentos de Lula, aunque todavía ninguno se anime a aventurar si el pedido de suspensión (de Moro) tendrá éxito o no”, publicó esta semana el diario brasileño Folha.
La segunda sala del STF está dividida respecto del reclamo de la defensa de Lula. Se presume que Mendes y Ricardo Lewandowski, quien ha expresado dudas sobre los fundamentos de la acusación contra el ex presidente, apoyarían la suspensión de Moro. Edson Fachin y Cármen Lúcia, en cambio, no cambiarían su postura anterior de no dar lugar al hábeas corpus. Así, el desempate podría venir por cuenta del decano del STF, Celso de Mello, de quien se conocen fallos precedentes que sugieren una tendencia favorable a penalizar a Moro.
En la decisión del próximo 25 no tomará parte otro miembro del STF que, en los últimos días, fue uno de los protagonistas del escándalo en torno a Moro: el juez Luiz Fux. Según las revelaciones de The Intercept, Dallagnol le habría dicho a Moro que su acusación contra Lula contaba con la venia del magistrado supremo. “In Fux we trust”, le habría respondido Moro.

Implicancias. En la interna del STF se juega la eventual liberación de Lula y, con ella, una serie de implicancias políticas que deberían preocupar al gobierno de Jair Bolsonaro, del que Moro hoy forma parte como ministro de Justicia. Lula fuera de la cárcel no solo rearticularía a la oposición detrás de su liderazgo: también sería un duro golpe a la marca Lava Jato y a la idea de una Justicia llamada a depurar los vicios de la “vieja política”.
Consciente de eso, Bolsonaro salió esta semana a blindar a su funcionario estrella. “Le di un beso heterosexual a nuestro querido Sérgio Moro”, declaró. Es que, mientras lucha para conseguir los votos necesarios para aprobar su reforma jubilatoria en el Congreso, al gobierno se le abrió un frente judicial con el que nadie −tampoco el infalible Moro− contaba hace algunos días.